La frustración es la respuesta emocional común que experimentamos cuando tenemos un deseo, una necesidad, un impulso y no logramos satisfacerlo; entonces sentimos ira, molestia y decepción, un estado de vacío no saciado, donde cuanto mayor sea la barrera a nuestro deseo, mayor será la frustración resultante.
También se ha definido la frustración o contraste negativo como el estado o respuesta del organismo que se desencadena cuando una persona experimenta una devaluación sorpresiva, en la calidad o cantidad de un reforzador apetitivo, en presencia de señales previamente asociadas con un reforzador de mayor magnitud.
Es una emoción estrictamente desagradable que aparece en aquellas situaciones en que nos damos cuenta que no podemos conseguir algo que es importante para nosotros, a pesar de los esfuerzos físicos, psíquicos, actitudes y tiempo invertidos con la finalidad de lograr un objetivo o meta establecida previamente y, en su lugar, obtenemos la anulación del mismo. No obstante, es una emoción normal que impacta en nuestras vidas.
La frustración se origina en sentimientos de incertidumbre e inseguridad que se derivan de una sensación de incapacidad para satisfacer las necesidades. Si en un individuo éstas son bloqueadas es más probable que se produzcan malestar y frustración. Cuando esas necesidades son constantemente ignoradas o insatisfechas es probable que avancen a la ira, la depresión, la pérdida de confianza en sí mismo, la molestia, la agresión y, a veces, la violencia.
Algunas personas están predispuestas a sentimientos de frustración, identificados en términos de temperamento (frustración) en la adolescencia y neuroticismo en la edad adulta. La frustración temperamental se asocia con alteraciones de la percepción, incluidos cambios en la percepción del afecto en las relaciones.
La frustración se puede clasificar como un comportamiento-respuesta asociado a un problema de salud mental y puede tener una serie de efectos, dependiendo de la salud mental del individuo. En casos positivos, cuando la frustración se acumula hasta un nivel demasiado grande para que el individuo la contenga o permita continuar, éste produce una acción dirigida a resolver el problema inherente, en una disposición que no causa daño social o físico.
Sin embargo, en los casos negativos, el individuo puede percibir que la fuente de la frustración está fuera de su control y, por lo tanto, esta emoción continuará aumentando, lo que eventualmente conducirá a un comportamiento más problemático (por ejemplo, una reacción violenta contra los opresores o enemigos percibidos).
A veces se produce una negativa obstinada a responder a las nuevas condiciones que afectan al objetivo, como sería la eliminación o modificación de la barrera. El castigo severo puede hacer que las personas continúen ciegamente con un comportamiento no adaptativo: puede tener un efecto opuesto al de la recompensa y, como tal, desalentar la repetición del acto, o bien, al funcionar como un agente frustrante, puede conducir a la fijación y también a los otros síntomas de la frustración. Se deriva de esto que el castigo es una herramienta peligrosa, ya que a menudo tiene efectos totalmente opuestos a los deseados.