Había una vez un reino de fantasía
con hadas, dragones, caballeros y
todas esas cosas que tienen los reinos
de fantasía. También había una ciudad grande con su castillo real. A la
ciudad se llegaba por un camino, y junto a ese camino estaba la posada del
Ogro Gordo. A ella acudían todo tipo de viajeros, vinieran de cerca o de
lejos, fueran ricos o pobres, honrados o ladrones, altos o bajos, feos o guapos.